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UNA CIUDADANÍA INDIGNADA BUSCA REPRESENTACIÓN POLÍTICA

Publicado: 2016-03-18


Masivas marchas se vienen realizando en Lima y manifestaciones de diversa índole en distintas partes del país, las cuales son el reflejo del hartazgo de la ciudadanía ante un escenario político y económico caótico y lo que es peor, sin tener la claridad de quien representa sus intereses en estas elecciones. La exclusión de Guzmán y Acuña han dejado aún más desorientados a miles de peruanos y peruanas, quienes hoy se ven obligados a elegir entre las candidaturas del gran capital y las postulaciones cercanas al progresismo y al cambio.

Ante este dilema, queda la interrogante sobre quién representa en este momento las exigencias por algo nuevo y que identifica al fujimorismo como lo rechazable. Podemos referir concretamente, que para la mayoría de ciudadanos la realidad institucional (pública y privada) del país no le sirve para resolver sus problemas y por el contrario la consideran un lastre para sus aspiraciones de reivindicación y desarrollo, siendo las elecciones, el espacio ideal para expresarlas.

Frente a ello, las estructuras políticas y sociales que representan a la minoría de ciudadanos han optado por corporativizar sus acciones y dejar que la especulación o la espontaneidad generen las nuevas condiciones o correlaciones de fuerza para el siguiente lustro. Con estas decisiones dejan en evidencia que lo importante para sus objetivos es cuidar lo que se tiene y evitar cualquier riesgo político que implique poner en peligro sus beneficios. Por supuesto, los demás (los no organizados o alejados) que vean por su suerte.

GRUPOS DE PODER ECONÓMICO

En este escenario, los grupos de poder económico, principalmente los vinculados a las inversiones transnacionales, tienen la garantía de que sus opciones políticas lideran las encuestas, además de mantener controlado el aparato estatal con la tecnocracia, además de la economía. A esto se suma, que el congreso, el actual y el que se viene, será integrado de manera mayoritaria por sus representantes y que sus medios de comunicación son los encargados de asumir el debate político e ideológico y sustentar así sus decisiones. Asimismo, cuentan con un aparato represivo leal y una normatividad que legaliza y legitimidad toda esta realidad.

En ese sentido, las marchas sólo le significan algo de tensión que puede ser enfrentada por los mecanismos y correlación de fuerzas que administran, teniendo en cuenta que han demostrado con Humala que pueden campear el temporal y doblar cualquier agenda política e imponer sus intereses. Saben también que las opciones de cambio no calan en la mayoría del país y de lograr alcanzar el gobierno, no será complicado derrotarlos políticamente.

CRISIS EN LAS ORGANIZACIONES SOCIALES

Por otro lado, el debilitamiento de las organizaciones sociales es evidente, debido a su fragmentación y la carencia de articulación entre sus acciones de protesta y propuesta. No existen liderazgos definidos y las entidades que siempre han estado en permanente lucha, como las sindicales, en la actualidad no tienen la fuerza para imponer sus demandas en la agenda electoral. Los líos internos, las injerencias partidarias, la carencia de nuevos cuadros han ubicado a gran parte de los sindicatos en una crisis que los vuelve invisibles ante la ciudadanía, lo que obliga a las mayorías asumir nuevas formas de expresión y organización.

Cabe referir, que la presencia de cuadros sociales y sindicales en las distintas listas congresales (izquierda y derecha) es también un claro indicativo de los problemas de representación que atraviesa el campo social, donde las demandas de renovación y cambio de fondo forman parte de sus reclamos pero que no encuentran eco en la actual estructura de sus organizaciones o movimientos.

Por estas razones, debemos advertir que las fuerzas y demandas políticas que se expresan en las marchas contra Keiko y que anteriormente lograron la derogatoria de la Ley Pulpín carecen de representación electoral y por ende no son capitalizadas para obtener objetivos más allá de la elección. La experiencia con Humala ha vuelto desconfiados a quienes participan en estas iniciativas y sus exigencias por algo renovado es evidente pero sin liderazgos definidos y respetados, tal vez quede en nada.

POR NUEVAS ESTRUCTURAS O ASUMIR LAS EXISTENTES

De persistir este ímpetu, sus participantes tendrán que formar nuevas estructuras organizativas (como lo pretendieron con las zonas) o asumir el control, cueste lo que cueste, de las organizaciones existentes. Pareciera que esta segunda posibilidad preocupa a la mayoría de instituciones sociales vigentes, las cuales, como referimos líneas arriba, han preferido el corporativismo y el silencio para no generar debates o que se evidencie sus debilidades.

Estas elecciones son la confirmación que ha terminado un ciclo, no sólo económico, sino también de vigencia de las estructuras públicas y privadas (empresariales y sociales). Si los nuevos actores sociales no asumen el rol que la historia les está poniendo, terminaremos con un escenario de crisis permanente y donde la continuidad empezará a manifestar espejismos de cambio, asumiéndose como verdad absoluta que para lograr nuevas reivindicaciones y desarrollo, mejor es alinearse y guardar silencio.

Es el momento que los jóvenes y adultos que se encuentren en las calles movilizándose tomen la decisión de organizarse y constituir un proceso que devenga en una verdadera representación política, que enfrentar y derrotar no sólo el conservadurismo de los grupos de poder económico sino de las organizaciones sociales (y de izquierda) que no permiten lograr el cambio que la mayoría de ciudadanos reclaman y con justicia exigen.


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